La hija del bosque (La ciudad sin viento 2) by Éléonore Devillepoix

La hija del bosque (La ciudad sin viento 2) by Éléonore Devillepoix

autor:Éléonore Devillepoix
La lengua: spa
Format: epub
Tags: ELÉONORE DEVILLEPOIX, Juvenil fantasía, Mejor novela del año, suspense, misterio, acción, Entretenimiento, asesinatos, Magia, Serie de fantasía
ISBN: [ISBN aquí]
editor: Roca Editorial de Libros
publicado: 2023-06-15T00:00:00+00:00


ARKA

Cuando la reina se hubo marchado, Arka se alejó del eucalipto con las jaulas sin que la centinela que la custodiaba la importunara. Sació su sed en un abrevadero y salió del sector del mando mirando por encima del hombro, convencida de que las éforas irían tras ella y la volverían a encerrar en una jaula. Sin embargo, nadie la detuvo y pudo llegar al sector de Temis sin estorbos. Mientras caminaba, las mil y una razones por las que amaba el bosque se le presentaban sin cesar. El aleteo delas aves, el susurro de los eucaliptos, el martilleo de las pezuñas, el gorgoteo de los ríos, el chirrido de los árboles cabañas, todos estos ruidos componían una sinfonía singular que resonaba en su interior. Y, sin embargo, la habían desterrado.

Cuando llegó al árbol cabaña de Temis, Arka se quedó un momento al pie del tronco, preguntándose si de verdad pondría en práctica el esbozo de plan que tenía en la mente. Le habría gustado pensarlo con más tranquilidad, pero Antíope le había dado hasta el mediodía para salir del bosque.

—¡Arka!

Arka levantó la cabeza y vio a Temis apoyada en la barandilla, mirándola con aire de incredulidad.

—Voy —respondió ella.

Se apresuró a subir los travesaños e ir a la terraza, junto a la amazona. Temis la cogió por los hombros y la abrazó torpemente. Este gesto sorprendente resquebrajó el dique tras el que Arka contenía su desasosiego desde que la reina anunciara su sentencia. Para su gran vergüenza, notó que le asomaban lágrimas a los ojos. A pesar de todas las desilusiones que había sufrido desde su regreso, las amazonas seguían siendo su pueblo, para lo bueno y para lo malo.

—Antíope me ha desterrado —dijo sorbiéndose los mocos y separándose de Temis—. Dice que es o eso o que las éforas me decapiten. Tengo que salir del bosque antes del mediodía.

Temis no era de las que se dejaban llevar por las emociones, pero Arka adivinó que su anuncio le produjo cierta conmoción.

—La única forma que tengo de ser repatriada es recuperar el azur vivo de los temisciros —continuó enjugándose los ojos—. Y eso es lo que voy a hacer. Voy a ir a Hiperbórea a buscar el azur vivo.

Al ver la expresión de Temis, Arka comprendió que no la creía capaz de llevar a cabo semejante empresa. La amazona parecía luchar entre su tentación de disuadirla y su aversión hacia todo tipo de injerencias en la vida de los demás.

—¿Sabes al menos situar Hiperbórea en el mapa? —le preguntó finalmente.

Arka encontró el comentario muy propio de Lastyanax.

—Sé cómo arreglármelas para llegar —esquivó, ofendida.

La noche de meditación a cuarenta pies del suelo le había dado ideas.

—¿Y qué piensas hacer para recuperar el azur vivo?

Arka no había pulido demasiado esta parte de su plan. Contaba con Lastyanax para que la ayudara una vez que hubiera vuelto a Hiperbórea.

—Voy a dar con el temisciro que nos robó las pepitas y le obligaré a que nos las devuelva —dijo resueltamente—. Pero para lograrlo necesitaré algo de aquí…

Sin darle tiempo a Temis a objetar nada, se coló en la habitación de Candrie.



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